sábado, 2 de enero de 2021

EVANGELIO II DOMINGO DE NAVIDAD

 JUAN 1,1-5.9-18

En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba en el principio junto a Dios. Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.  Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió. Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz. El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo.  En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció. Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron. Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios. Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él y grita diciendo: «Este es de quien dije: el que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo». Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia. Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad nos ha llegado por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.

JESÚS, JESÚS, JESÚS: En este día de tu Santísimo Nombre, quiero recordar el amor que me tienes, y el amor que quieres que yo tenga a tu Nombre bendito. Tú me amas tanto que no solo te rebajas a hacerte hombre, sino que sigues amándome con amor infinito después de que "viniste a tu casa y los tuyos no te recibimos": quizá, porque teníamos cosas más importantes que hacer... Quiero que mi vida de cada día esté limpia de pecado, digna de un discípulo tuyo, a quien has honrado con el nombre de amigo. Te pido que toda mi existencia transcurra siempre en tu compañía, saboreando tu santo Nombre. Y que mis últimas palabras sean pronunciar con todo mi amor: JESÚS, JESÚS, JESÚS, el Nombre sobe todo nombre, la palabra más dulce y el mejor puente entre esta vida y la Vida a tu lado para siempre. 

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