Descripción de la obra por parte de su autor:
La obra presentada para el anuncio de los Solemnes Cultos en Honor a Nuestra Señora del Carmen, conocida popularmente en la ciudad de Almería como "Reina de las Huertas" pretende ser a simple vista un reclamo publicitario, característica esencial de mi cartelería.
En acrílico, sobre tabla montada en bastidor, enmarcada dentro del estilo Art Decó y reminiscencias del Art Nouveau de principios del pasado siglo XX, con unas medidas de 110x60 cm, se nos presenta como una pintura muy comercial a través del empleo de las tintas planas, que quiere a simple vista, captar la atención del espectador a través de los sentidos mediante el empleo de colores flúor utilizados en la tipografía, en contraste con la bitonalidad del resto de la obra.
El cartel tiene cómo función principal que con una mirada rápida el espectador identifique un monte, un monte representado con la figura de María, la Reina del Monte Carmelo. Ella es “El Monte Santo” en el cual Dios quiso acampar entre nosotros. Y Ella, que debiendo ser la protagonista indiscutible de la obra, en un gesto de suprema humildad, se retrotrae hacia un lado de la obra, para que el plano o eje central lo ocupe la imagen del Niño Jesús.
Simbólicamente, la Virgen, ocupando un lado del cartel, quiere transmitirnos, que aunque nosotros, en ese alarde de amor por Ella queramos ponerla siempre en el centro, a quien debemos de situar siempre en el epicentro y corazón de nuestra vida, es a su hijo, el Dios hecho Carne.
En el lado opuesto aparece representado el monumento de la Inmaculada Concepción que está situado en la plaza de la Parroquia de San Sebastián de Almería, donde tiene su sede canónica esta Hermandad y que cada 7 de diciembre realiza una ofrenda floral ante él. Ese monumento ubicado en pleno corazón de la ciudad es el que nos recibe cada vez que vamos a verla, y aparece en la obra, en mística alusión a la virginidad de María, a la ausencia de pecado en su ser, pues el seno de la Virgen sólo fue acariciado por la gracia de Dios, de modo que ningún hombre manchara su pureza. Si Eva, la primera mujer, cayó en la tentación del Demonio, María, la Nueva Eva, es un “huerto cerrado” en el que el maligno no pudo entrar, el Monte Santo donde Dios quiso acampar entre nosotros.
Fran Segura García
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