martes, 18 de agosto de 2020

DIEGO GUIRADO AGUILAR, PADRE DE LA FOTOGRAFÍA DE LA SOLEDAD

 Por Baltasar González Pascual

Los recuerdos son las fotografías. Sobre todo, las de blanco y negro. Las de papel arrugado y resquebrajado. Más aún en una hermandad con casi doscientos cincuenta años de historia. Fotografías en las que se plasma la devoción, la fe y la piedad hacia Nuestra Señora de los Dolores. Instantes detenidos en el tiempo, en los que cada detalle descubre un pedazo de tradición soleana en Almería. 

Desde que los primeros daguerrotipos llegaron a España allá por el ecuador del siglo XIX, se empezaron a inmortalizar las imágenes que más fervor despertaban en los feligreses de toda España, sustituyendo de esta forma a las añejas litografías. Así sucedió en la cuna hispalense, donde nombres como Ramón Almela o Lucien Levy, primero, y Serrano, Ángel Montes o Haretón, después, dejaban para la posteridad históricas fotografías de estudio y de calle de los titulares de las cofradías sevillanas en el último tercio del XIX y primero del XX. Y así, como no podía ser de otra forma, sucedió también en Almería, donde conocemos las imágenes de las cofradías (Nazareno, Amargura, Escucha, Borriquita, Sepulcro, Dolores…) a través de las fotografías que salieron de las cámaras de almerienses que en las primeras décadas del siglo pasado se habían instaurado en la ciudad. 


En la hermandad de la Soledad, auténtico referente devocional en Almería, el escenario fue idéntico al vivido en Sevilla y otras ciudades andaluzas. De la litografía de la Virgen de la Soledad realizada por Hilario Navarro de Vera en los últimos años del siglo XIX, se pasó a una serie de fotografías (desde 1902 hasta la guerra civil), que engrosaron un corpus documental de las que pocas cofradías de nuestro país pueden presumir. 


Pero entre todas ellas, una destaca sobremanera. Nos referimos a la que plasma a la primitiva Virgen de la Soledad, delante de un fondo blanco, con la diadema y manto de salida. Esta fotografía se utilizó durante décadas en prensa, incluso en la posguerra, estando ya la actual imagen; en los años anteriores a la guerra se les obsequiaba con una reproducción a los hermanos que ingresaban en la cofradía; también se le mandó a Ortells para que realizara la actual Virgen; y a día de hoy todavía cuelga en los salones de los hermanos soleanos más antiguos. No es una foto más. Es la foto. 


Poco se conocía de la fotografía. La primera vez que salió en prensa fue el Viernes Santo de 1930 en el Diario de Almería. Sin embargo, investigaciones recientes la databan años antes, ya que la Virgen luce el manto de salida, pero sin la ampliación que recibió en 1924 y que lo dejó tal y como hoy lo conocemos. 


Y he aquí que doscientos cincuenta años son muchos años y que la devoción a Nuestra Señora de los Dolores es grandiosa y no deja de sorprender. A comienzos del pasado mes de julio, tras un confinamiento de lo más preocupante, José María Saldaña, nieto de una devota soleana por cuyas venas siempre ha corrido el fervor a María Santísima de los Siete Dolores, entregaba a la cofradía la fotografía en cuestión. Pero no una simple copia, sino una de las originales que el fotógrafo realizó delante de la primitiva Virgen de la Soledad. ¿Pero qué fotógrafo? ¿Quién tuvo ese privilegio? Y ahí está la sorprendente novedad del regalo: la fotografía, colocada sobre un paspartú en el que el tiempo ha dejado su huella, presenta el sello del estudio de fotografía: D. GUIRADO. ALMERÍA. 


Es decir, que un tal D. Guirado inmortalizó a la original Virgen de la Soledad antes de 1924. A cualquier investigador se le hubieran puesto los pelos de punta ante esa novedad y la posibilidad de encontrar rastros del fotógrafo en cuestión. Y ahí nos pusimos. No fue difícil, puesto que en los últimos años se han publicado varias obras sobre los fotógrafos almerienses en el siglo XIX y primeras décadas del XX. 


Diego Guirado Aguilar había nacido en Almería en el año 1887 y, después de haber trabajado en algún taller fotográfico, con veintipocos años estableció el suyo propio en la plaza del Pino de la capital (un poco más arriba del Hospital). El estudio de fotografía de Diego Guirado se trasladó bastante durante la segunda década del siglo XX: en 1917 a la calle Azara (entre la plaza Flores y la calle de las Tiendas), antes de 1925 al número 6 de la calle Mariana, en 1931 al mismo número de la avenida Pablo Iglesias, en 1932 de nuevo vuelve a la calle Azara, y en 1933 en la plaza Vivas Pérez (junto a la calle Rostrico). Todos sus emplazamientos muy cerca de la parroquia de Santiago y de Nuestra Señora de los Dolores. Además, durante años también tuvo abierto otro estudio en Cuevas de Almanzora. 


Tras sus primeros años de retratos a particulares, Diego Guirado alcanza gran renombre en la alta sociedad almeriense y empieza a inmortalizar a ilustres personajes, como, por ejemplo, el obispo Vicente Casanova y Marzol en 1915. También inaugura el fotoperiodismo en Almería, estando contratado a tiempo completo en algunos de los diarios de la época, dejando su trabajo en guías de Almería, revistas, El Radical, Diario de Almería o La crónica meridional, donde inmortalizaba cualquier acto de sociedad, actividades políticas y escenas de la Almería de la época. Diego Guirado se casó con Ana María Cano Laborda y tuvieron tres hijos. Parece que murió en 1947. 


El segundo de los hijos, Diego Guirado Cano, nació el 3 de julio de 1919 y también fue un fotógrafo insigne en Almería. Antes de fallecer el 28 de octubre de 1995, trabajó para el Yugo y fue durante muchísimos años fotógrafo de la Agencia EFE y colaborador en numerosas publicaciones de carácter nacional. Da la casualidad que suyas son las fotografías que a principios de año Pilar Gracia y Velazco, sobrina de este, entregó a la cofradía y que habían salido de la cámara de esta segunda generación de fotógrafos Guirado. Casi un siglo dejando constancia de la vida de la hermandad de la Soledad. 


Como curiosidad, en la Cuaresma de 1929 fue el padrino de bodas de su sobrina Carmen Balonga Rodríguez, en la ceremonia que la unió en matrimonio a Juan Campos Segura y que se celebró en la parroquia de Santiago, ante la atenta mirada de Nuestra Señora de los Dolores que estaba celebrando su solemne septenario, y que ofició el párroco don Carmelo Coronel, consiliario de la hermandad por aquellos entonces. 


Volvamos ahora a la imagen en cuestión, a la primitiva imagen de la Soledad, a la foto con mayúsculas. Hasta ahora solo podíamos afirmar que había sido realizada antes de 1924. Pero ahora podemos sumar algo más de información. Nuestra Señora de los Dolores, con su dulce rostro acotado en un rostrico, luce el manto de la familia Barbarín todavía sin ampliar, el corazón que todavía se conserva, la diadema de los marqueses de Torre Alta que sigue luciendo todos los Viernes Santos y un sudario, corona y clavos que se perdieron. 


Sin embargo, si nos fijamos bien en la diadema, veremos que, encima de cada una de las seis estrellas, aparecen unas pequeñas bolitas. ¿Qué son? Pues se trata de unas lucecitas que la Virgen lució en la diadema en los años 1922 y 1923, muy del estilo de la época, aprovechando que el trono que Nicolás Prados restauró esos años ya llevaba un acumulador eléctrico. 


Dicho esto, podemos concluir que la fotografía en cuestión la realizó el famoso fotógrafo almeriense Diego Guirado Aguilar en los primeros años de la década de los años veinte del pasado siglo. Con esa cronología, nos atrevemos a exponer que se realizó en su estudio de la calle Azara, muy cerquita de la parroquia de Santiago. ¿Por qué en su estudio y no en el interior de la iglesia? Sencillamente, por la pared encalada que aparece como fondo en la imagen, difícil de encontrar en un templo pétreo como el de Santiago Apóstol (aunque también es cierto que pudo realizarse en la sacristía). 


Así que, cada vez que contemplen esa tradicional y fervorosa fotografía, recuerden que salió de la cámara de Diego Guirado Aguilar, que fue su autor y que gracias a él la devoción soleana pudo seguir creciendo en las generaciones posteriores. 





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